MUJERES TRABAJADORAS Ana María Barroso, una mujer sin límites

Una infancia dura y llena de privaciones, no pudo con los sueños de una niña que soñó una vida sin imposibles, y logró forjarla con el apoyo de la familia hotelero-gastronómica. En entrevista con Susana Césari, Secretaria Ejecutiva de IPLIDO, presentamos la conmovedora historia de Ana María Barroso, Secretaria General de la Delegación de Puerto Madryn ,Diputada Provincial, Psicóloga Social… y apasionada por su trabajo.

Dicen que una maratón empieza con un primer paso… y vaya si sabrá de esto Ana María Barroso, la compañera que hoy, además de Secretaria General de la Seccional de Puerto Madryn es Diputada Provincial desde diciembre de 2011, se recibió de Psicóloga Social en 2010 y formó una bella familia, todo a fuerza de lucha y sacrificio. Quizá su secreto sea simple: las ansias de superación, que fueron una constante en su vida. Aún cuando era una chiquita y a los 9 años trabajaba de doméstica a cambio de un techo y la posibilidad de ir a la escuela. Su historia nos demuestra que cuando se tiene un sueño, no existen los imposibles, si nos disponemos a luchar por ello.

La escuela, lo primero

La infancia de Ana María no fue fácil. Sus padres se separaron cuando ella y su hermano tenían cuatro y dos años, y ese triste hecho, sin duda, la marcó. Su mamá se fue a Buenos Aires, dejando a los dos chiquitos al cuidado del papá, ferroviario en Puerto Madryn, alternando la vida allí con el campo, con la abuela, cuando su padre se quedó sin trabajo.“A los 9 años mi abuela me deja con una familia para que pueda terminar la escuela primaria, pero yo era la doméstica: tenía que ayudar a criar a una bebé que había en esa casa, lavar los platos, ayudar en la limpieza… después que terminaba con eso, iba a la escuela”, recuerda Ana María, que permaneció tres años en esa casa y terminó la primaria en la nocturna, con catorce años y todos los méritos. Las ansias de progresar en su corazoncito joven le valieron una beca para continuar el colegio secundario, que alcanzaba para los libros pero no para otras necesidades, como un simple par de zapatillas. Por eso Ana María, a sus 15 años, comenzó a trabajar en hotelería, iniciándose en el Hotel Tolosa de Puerto Madryn y forjando así su historia como una digna representante de las mujeres en nuestra actividad hotelero-gastronómica. A los 17 se casa con su compañero de toda la vida, y espera a su primera hija, Gabriela (40). Más tarde llegan Mauricio (37) y Matías (31). Ellos tres, conforman el mayor logro en la vida de Ana María:“Gabriela es docente, profesora de nivel inicial y está cursando la licenciatura de Ciencias de la Educación, algo que me llena de orgullo. Mauricio será periodista, le faltan unas materias para ser Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Matías es el periodista deportivo de la familia. Los dos varones trabajan en Buenos Aires”, dice con orgullo esta joven abuela de Tomás, Elio, Leia, y un tercer nietito en camino.

Aprendizaje, capacitación y superación

La seccional que hoy dirige Ana María Barroso, en Puerto Madryn, es una de las que más capacitaciones hace: allí se trabaja muchísimo en los cursos de impacto y la capacitación de nuestros compañeros para que puedan superarse y aspirar a tener más posibilidades y estar mejor. Sabemos que la capacitación es un arma de lucha y la mejor forma de defenderse en la vida laboral. Quizá esta característica destacable de la seccional que Barroso tiene a su cargo, sea el fruto de su historia y su aprendizaje personal:“Yo brindo las herramientas que a mi me faltaron”, afirma con emoción, recordando los comienzos de su vida donde cada pasito costaba, pero se daba con firmeza, sin jamás perder de vista la meta.

“Me casé, tuve a mis tres hijos, y con el tiempo, cuando necesité volver a trabajar y ellos empezaban el secundario, volví a pedir trabajo donde lo había hecho de jovencita”, recuerda. En el Tolosa no había lugar, pero la dueña era socia del Hotel Península, y enseguida la llamaron para hacer temporada. Corría el verano de 1983, y su puesto era en la confitería, en el turno tarde. Aún recuerda lo lindo del uniforme y la satisfacción de vestirse e ir a trabajar allí, con la certeza de que su primer gran objetivo laboral estaba cumplido. Pero pronto le esperaba mucho más.

“Al poco tiempo me ofrecieron atender conserjería: allí sólo llegaba el que tenía secundario completo y título, yo todavía no lo había terminado, y lo hice, gracias a la UTHGRA. Fue una alegría enorme, ¡todo por la dignidad de superarte trabajando!”, rememora Ana María con gran emoción, y con el recuerdo de haber llevado la bandera, al recibirse con honores en 1996. No había sido fácil trabajar, criar a los chicos y cursar el secundario por la noche… pero el esfuerzo había sido recompensado. El puesto en conserjería fue el impulso para seguir capacitándose: hizo cursos de computación para aprender a tomar reservas y hasta estudió cinco años inglés, para comprender a los turistas extranjeros. “Era un orgullo llegar a mantener una conversación y contarles los atractivos turísticos nuestros. Esa época me encantó, hasta que empecé a descubrir que estando allí, podía ayudar a mis compañeros del hotel”.

Una luchadora de la UTHGRA

Casi sin darse cuenta, Ana María empezó a hacer pequeñas gestiones a sus compañeros de hotel, en momentos en los que no había obra social. “A través de mi vocación de ayudar, descubro que podía llegar al Sindicato”, recuerda. “Nos reunimos con un grupo de compañeros y pedimos que se abriera algo en Madryn. Así fue que la primera vez que integré una comisión fue a fines de los 80’, conocí la tarea gremial”. Ana María tuvo dos períodos de vocal y se turnaba con sus compañeros, alternando la actividad gremial con el trabajo y los estudios secundarios de noche. Para mediados de los 90’, ya contaban con un espacio propio para trabajar y Ana María obtuvo lalicencia gremial, quedando dedicada a trabajar para la UTHGRA. Eran tiempos de construir: “Organizábamos fiestas, todo con recursos propios. Cobrábamos un bono contribución para recaudar fondos y con eso hacíamos capacitaciones, celebrábamos el Día del Gastronómico… estábamos en plena construcción, no había nada”, recuerda esta Ana María.

Pero sus ansias de superación crecían conforme los objetivos iban aumentando. Egresada en el 96’ del colegio secundario, hizo un año completo de la carrera de Abogacía, y en 1998 le llega la propuesta para ser concejal de su ciudad. “En 1999 asumo como concejal, ganamos las elecciones con el Partido Justicialista. En ese entonces yo era Secretaria Adjunta en la seccional. En 2001 terminé mi período como concejal y logro cumplir un gran sueño, ser Secretaria General, a mis 47 años”.

Con su gestión comienza lo que hoy existe en Puerto Madryn: “La Seccional que está bajo mi responsabilidad no sólo se ocupa de los trabajadores y trabajadoras de la actividad, sino que es abierta a la sociedad para ayudar. Eso se ve también en los cursos de autoestima, de educación sexual, de violencia, nos abrimos a la comunidad. La Municipalidad tiene una Secretaría de Equidad y Género, con ellos nos reunimos y planificamos acciones en conjunto“,anuncia con orgullo.

Hoy en día, con 57 años y más de una década ejerciendo la Secretaria General, Ana María Barroso no duda en afirmar que es este el mejor momento en su vida, y que es una mujer feliz. Es que hubo más logros en su vida: se recibió en 2010 de Psicóloga Social y desde diciembre de 2011 es Diputada Provincial. “Formar una familia, superarme, tener el título, poder estudiar. Todas esas cosas parecían imposibles cuando era chica, pero la vida me demostró que pueden lograrse con trabajo y perseverancia”, explica con la alegría de quien ama lo que hace y lo reafirma cada día. “Todos los días pienso en una nueva meta para engrandecer mi trabajo. Esto es de corazón. Mi mensaje para los compañeros y compañeras es que primero que nada, ponerse objetivos en la vida y cumplirlos, hacen al progreso. No existen las barreras. Si uno se pone límites, nunca va a llegar donde quiere llegar. Si uno se preocupa y ocupa, llega a veces hasta donde ni se imagina. Esto que me pasa hoy a mi en la Legislatura, en mi trabajo diario. Es único, te da ganas de superarte. Yo considero, desde mi fé, que Dios me puso en este lugar por algo y para algo, y lo agradezco todos los días”.

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