Secretaria General de Mar del Plata desde hace 13 años, con casi tres décadas en la conducción y una vida dedicada a honrar la labor gastronómica, la historia de Ilda Mercedes Morro, “Mecha”, es un ejemplo de cómo la dignidad del trabajo y los valores familiares, pueden forjar a una mujer fuerte y luchadora, que no se doblega ni aún ante los avatares de la vida.
La infancia es la etapa de la vida que deja una marca indeleble en cada persona, y sin duda es la familia la que forja la identidad y los valores. Ilda Mercedes Morro, “Mecha” para todos los que la conocen, tuvo una historia difícil antes de llegar a ser quien es hoy .
Difícil pero no por eso infeliz: la menor de una familia numerosa, santafecina de nacimiento pero marplatense por esas cosas de la vida, que la llevaron hacia esa hermosa ciudad cuando tenía tan sólo tres años de edad. Con ocho hermanos, una madre luchadora, doña Delia. y un padre, que hizo todo lo posible por llevar el bienestar a su familia, don Miguel. Mecha, supo lo que era la dignidad del trabajo desde muy pequeña. “Recuerdo mi primer empleo a los 7 u 8 años, recién empezaba la escuela. Yo vivía en Colón y Rioja. Enfrente había una señora mayor que me pagaba para que le hiciera los mandados. Yo me apuraba porque además me daba chocolate y dos churros todas mañanas cuando yo llegaba”, recuerda con nostalgia, ese ‘lujo’ matutino que no podía darse en su hogar. Pero se emociona al relatar que fue en ese entonces, siendo tan chiquita, que comprendió el valor del trabajo:“Una vez mamá no tenía plata. Y yo tenía mis diez pesitos que me había pagado esta señora. Le pregunté a mamá si quería que fuera a hacer los mandados y me dijo que no había dinero, y le conté que yo si tenía, que había cobrado… Aún recuerdo la satisfacción enorme que fue para mi, ir a comprar la comida con lo que había ganado, ayudar en casa, el compartir el almuerzo con mis hermanos ese día fue distinto a todos los anteriores, me sentí importante y feliz…” , cuenta Mecha, conmovida.
Poco tiempo después, tuvieron que mudarse a Parque Hermoso, cerca de Batán, a unos terrenos que su papá había podido comprar. La mudanza fue difícil: no tenían nada, la casita fue construyéndose como se pudo, y ella aún recuerda con la inocencia de entonces, cómo con su hermana Marta se armaban una camita en un cajón: “Nos reíamos mucho, cuando nuestra madre casi lloraba viéndonos dormir de esa manera, fue tan solo una noche, pero para nuestra madre, era una tragedia…”.
La adolescencia siguió allí, en el campo, con el trabajo de juntar frutas y verduras para ganarse el pan. Fue allí, en Parque Hermoso, donde conoció a Jorge, quien fue su marido y padre de sus hijas. Tenía sólo 17 años y fue en ese entonces, en el que se inició en la actividad gastronómica, como camarera en el restaurante Montecatini. “Nos casamos a los dos años, y fue muy duro. Perdí mi primer bebé, falleció a los dos días de nacido, también los dos embarazos siguientes. Después llegó Nancy y al año y medio, Marcela….”. El matrimonio duró siete años, y luego de la separación, Mecha se encontró con dos hijas pequeñas y sola, pero contaba con el apoyo incondicional de su mamá, Doña Delia, que la ayudaba en el cuidado de sus hijas, mientras Mecha se ocupaba de las tareas de la casa, y de su trabajo para el bienestar de su familia. “A pesar de todo, yo era feliz… pero sufrí dos golpes terribles. Primero fallece mi papá, y a los cuatro meses exactos, muere mi mamá….”, relata con tristeza.
Su pilar fundamental ya no estaba, y fue allí cuando Mercedes sacó fuerzas que no sabía que tenía, para darle lo mejor a sus hijas.
Por decisión propia se fue de la casa materna la que compartía con su hermano Mario. “Ahí comprendí lo duro que era sostener todo sola, pero me refugié en mi trabajo. Yo era camarera y después me iba a limpiar casas de familia, pero nadie lo sabía en el restorán. Un día en Montecatini, renuncia la señora de la limpieza y me ofrecí. Pensaron que no me iba a dar el físico, hasta que les conté que hacía siempre…”, rememora. El trabajo no mata a nadie: “Durante dos años arrancaba a las 7 de la mañana, hacía la limpieza, luego el despacho como camarera, de vuelta la limpieza a la tarde y me quedaban dos horas libres para descansar en mi casa, ducharme y reponerme. Luego volvía, para hacer el despacho de la noche”.
Incansable trabajadora, motivada por darle lo mejor a sus hijas, Mecha hizo un esfuerzo inimaginable con el sólo objetivo de darle lo mejor a su familia. Fue en Montecatini donde volvió a conocer al amor, Hugo. Él fue su estandarte hasta 1998, cuando falleció. La fortaleza de esta mujer sin igual se quiebra, al recordar a su gran amor que quizá, partió demasiado pronto. “Éramos muy compañeros. Él hacía las pastas y yo era camarera”, recuerda esta abuela de cuatro nietos y bisabuela de cuatro chiquitos, con jóvenes y vitales 65 años.
Pero la historia continúa: nada doblegaría a esta incansable luchadora y aún encontraría mucha más motivación en su labor, convirtiéndose en un emblema para esta actividad.
Una vida dedicada a la gastronomía
“Toda mi vida laboral pasó en Montecatini. Siendo jefa de personal fui electa Delegada obrera. Las dos tareas era absolutamente incompatibles, me decidí inmediatamente por una: Delegada. Renuncié así a mi cargo de jefa de personal. Seguí en Montecatini hasta que empecé en el Sindicato…”, y agrega, con orgullo, “jamás hice abuso de permisos gremiales… toda la vida trabajé y fui respetuosa con la empresa….” Entre risas recuerda que cuando comenzó, no sabía hacer un telegrama de reserva de temporada. Pero la siguió luchando, por amor al trabajo, y siguió creciendo: “Fui Prosecretaria Gremial y por la renuncia del Secretario Gremial, asumí esa Secretaría y con el fallecimiento del Secretario General, el compañero Norberto Ferrari comenzó el cambio. Nunca imagine ser Secretaria General, un grupo de compañeros de comisión me animaron a postularme y también creí que no sería fácil la aceptación de una mujer en la conducción del Sindicato. Fue difícil. Pero ya hace tres mandatos que estoy como Secretaria General de Mar del Plata, al siguiente mandato fui vocal titular y hoy soy parte del Secretariado Nacional en la Secretaria de Prensa y Propaganda…”
Esta mujer inquebrantable, la que de pequeña soñaba con ser cantante y trabajaba para ayudar en su hogar, la que crió sola a sus hijas y hoy sostiene a sus nietos y disfruta de los bisnietos, sigue teniendo sueños, y no descansa en pos de hacerlos realidad: “Mi sueño hoy, es llevar a mi Sindicato a ser el más importante de Mar del Plata, a ser el más contenedor para con los afiliados, el que servicios brinde…… amo el sindicato…. ”, sentencia con total convicción. “Tengo una identificación que me nace del alma, hace 26 años que estoy dentro de la conducción, es mi pasión”.
Y en la madurez de la vida, Mecha no deja de agradecer el valor más importante que le dio su trabajo: “El trabajo me dio todo, me dio dignidad…”, concluye con orgullo. Y deja su mensaje para los compañeros y compañeras de la actividad, con la certeza de haber vivido bien cada una de estas palabras: “Defiendan al trabajador, sean justos, honestos, y quieran mucho a la Organización. Trabajen mucho para que siga creciendo, como lo vienen haciendo los dirigentes nacionales…”, dice con firmeza la Secretaria General de Mar del Plata. “El trabajador tiene que conocer su convenio de trabajo, tratar de entenderlo y aprenderlo, y luchar porque se respeten las dos partes. Tenemos que respetar nuestro trabajo y realizarlo con responsabilidad y compromiso…..”