Enero 2020. La creación de la Dirección de Cuidados Integrales del Ministerio de Desarrollo Social es una política pública inédita y revolucionaria en la Argentina que otorga dimensión estratégica, social y de reconocimiento económico a una fuerza de trabajo invisibilizada. Al frente del organismo, la docente y socióloga feminista Carolina Brandáriz explica los lineamientos de un sistema integral de cuidados con salario digno y perspectiva de géneros. La dimensión política y social del cuidado pensada en términos de derechos, con la centralidad de políticas públicas a largo plazo y que sea reconocido como valor económico, es uno de los desafíos que enfrenta el Gobierno para despegar del piso de la inequidad a una fuerza laboral postergada históricamente. Ese paraguas de cemento que Silvia Federici marcó con rojo indeleble al describir “Ellos dicen que se trata de amor. Nosotras que es trabajo no remunerado”, comenzó a resquebrajarse en diciembre, cuando Alberto Fernández anunció que pondrá “especial énfasis” en todas las cuestiones vinculadas al cuidado, “fuente de muchas desigualdades, ya que la mayor parte del trabajo doméstico recae sobre las mujeres en la Argentina”. -El Presidente planteó que había que comenzar por los de abajo. Y creo que cuando hablamos de “los de abajo”, es importante mirar a las mujeres a la cara y pensar políticas destinadas a ellas. Carolina Brandáriz reinterpreta a Alberto Fernández sabiendo que en esa línea podría comenzar a superarse la lógica segmentada del cuidado. “Transformarla en políticas para la sustentabilidad de la vida”, agrega esta docente feminista, socióloga, integrante de la Mesa Nacional del Movimiento Evita y al frente de la Dirección de Cuidados Integrales del Ministerio de Desarrollo Social. El proyecto, entonces, es discutir el cuidado desde una perspectiva de géneros como fuerza de trabajo asalariada. “Debemos pensarnos en una sociedad diferente, que entienda que todas las personas necesitan cuidados en algún momento de sus vidas. Y resolverlo en comunidad, lo que significa que el Estado pueda reconocerlo como un derecho y construir una política pública en torno a eso.” ¿Qué significa el cuidado en la vida cotidiana? -En la Argentina, el primer acercamiento a la agenda del cuidado es a través del reconocimiento de su peso sobre las espaldas de las mujeres por acción de los mandatos culturales. Hace que tengamos una doble jornada laboral y trayectorias laborales recortadas, que todos los indicadores registren las cifras más altas cuando habla de nosotras y desocupación, informalidad y subocupación, y nos permite comprender la realidad cotidiana del trabajo que desarrollamos las mujeres, que en el caso de las trabajadoras formales se reparte entre la jornada laboral fuera de casa y, al regreso, el trabajo de cuidado y atención de niñas, niños y/o personas ancianas o con discapacidad. Ni hablar de aquellas trabajadoras de la economía popular, que no tienen la garantía de los derechos laborales que el movimiento obrero conquistó históricamente, que afrontan una realidad más compleja porque son las que sostienen comedores y merenderos en esta situación de ajuste y de hambre que estamos dejando atrás, y además tienen a cargo el cuidado de sus hijxs. Según la Encuesta Nacional sobre la Estructura Social (Enes-Pisac), del total de hogares de la Argentina un 39 % está integrado por niñxs menores de 12 años, y un 3 % tiene al menos un adultx mayor con algún tipo de dependencia en las actividades de la vida diaria. En los hogares donde vive una persona con discapacidad que requiere cuidados, la incidencia asciende al 46 %. De acuerdo con estadísticas de lxs trabajadorxs del Estado, el 78 % de quienes perciben los programas Hacemos Futuro y Salario Social son mujeres. “Esto permitiría comprender cómo la brecha salarial según género en el ámbito informal aumenta del 27 al 37 %”, remarca Brandáriz. -Son escenarios donde las mujeres siguen siendo quienes deben resolver a como dé lugar la economía y las condiciones de vida de su entorno. -Y además en una situación de informalidad, que preferimos llamar el circuito de la economía popular. En ese marco nos parece importante que empiece a visualizarse el trabajo de cuidados no registrado, que el feminismo en esta Cuarta Ola que hemos construido de 2015 a esta parte con el grito de Ni Una Menos y sobre todo en los paros del 8 de Marzo con la consigna “Si no sirve lo que producimos produzcan sin nosotras”, pretende visibilizar en la sobrecarga de tareas que mujeres, lesbianas, trans, travestis y no binarixs sostenemos cotidianamente. Es un trabajo corporal y emocional, es la preocupación mental cotidiana por cómo se resuelve la comida de nuestrxs hijxs y es central que a través de acciones concretas vayamos construyendo una sociedad que considere el cuidado como una responsabilidad colectiva. Y que un Estado de bienestar debe garantizar como un derecho junto con salud, educación y seguridad social. Sin embargo el crecimiento de la desigualdad social impone el cuidado como lazo esclavizante y con una baja de la edad: las más afectadas son las mujeres jóvenes y en particular sus hijas, esa franja Ni-Ni encerrada en casa cuidando a hermanxs pequeñxs o a adultxs mayores. -El ministro de Educación, Nicolás Trotta, invierte la ecuación y dice que son Sin-Sin, sin oportunidades. Hablamos en definitiva de qué oportunidades se les presentan a niñas y niños para quebrar esos destinos preestablecidos por una sociedad injusta económicamente. Quien tenga plata podrá recurrir a servicios de cuidados, y quien no, estará condenado a esas situaciones. Aquellas niñas tienen que quedarse a cuidar a sus hermanitos porque sus madres trabajan y éstas, que probablemente trabajan en alguna tarea de cuidados, en la mayoría de los casos están informalizadas y no cuentan con garantías de derechos laborales. Es una cadena de situaciones que tiene que ver con un debate económico respecto del aporte que hacemos a la sociedad, sosteniendo esas tareas de cuidado que no son reconocidas, y es un debate cultural sobre los mandatos que pesan sobre las mujeres, que estamos modificando con el impulso del movimiento feminista. Creo ambiciosamente que tenemos la oportunidad