En vacaciones nuestros hijos se encuentran con menos obligaciones y más tiempo libre.
¿Cómo crear condiciones de juego corporal frente a la tentación irresistible de la TV, el celular y las computadoras?
Desde nuestro IPLIDO de la UTHGRA tuvimos esta inquietud y consultamos a dos especialistas para encontrar las respuestas.
POR Mara Lesbegueris *
En primer lugar hay que saber que el auge de las pantallas se instala en un contexto cultural y social caracterizado no sólo por el progreso tecnológico y la aceleración de la información, sino por la crisis de las instituciones dentro de la cual está la familia, y donde se observa una pérdida concreta de situaciones de juego corporal compartido.
La comodidad de las pantallas y el tiempo en que los niños y niñas están sumergidos en ellas restan posibilidades de interacción, expresión y corporización.
Como adultos debemos saber que:
• Cuanto más nos retiramos físicamente de la crianza, mayores son las posibilidades de que los niños encuentren albergue en las pantallas.
• Cuanto menos límites y contención ponemos, mayores son los riesgos de quedar atrapados por horas en la continuidad de “refugios digitales”.
• Cuanto más tiempo los niños utilizan pantallas más es la tensión muscular, la irritabilidad, la fatiga y la necesidad de resolución inmediata de sus deseos.
Para que los niños y las niñas jueguen necesitan de un espacio y un tiempo distendido. En este sentido, el “aburrimiento” y el “ocio” son posibilidades para el hacer creativo. No hay que programarles todo para evitar que se encuentren con la frustración o que no sepan qué hacer y con qué jugar.
El escritor, psicomotricista y psicólogo social Daniel Calmels, destaca que la función del adulto no sólo se basa en acomodarse a las necesidades de los niños, sino que también implica poder decir que “no”. Este “no” afectivo es una producción de temporalidad que habilita la espera, la demora, la inhibición de un acto, la posibilidad de discontinuar un hacer.
Asimismo, los nutrientes del jugar son también los estados de contemplación, el descanso y la ensoñación, esos que permiten el vuelvo de la imaginación y la creación de relatos.
En el mejor de los casos jugar corporalmente con ellos:
• Ofrecer como padres, madres, adultos un lugar y un tiempo para la experiencia corporal sensible.
• Implicarse corporalmente.
• Generar condiciones para habitar espacios y no sólo para ocuparlos físicamente.
• Alejarse del estímulo para construir relaciones estimulantes.
• Recibir sus miradas.
• No invadirlos.
• Respetar las distancias y los silencios.
• Instalar una demora en la ansiedad de los tiempos.
• Valorar la intensidad de una pausa.
• Leer lo sutil de un gesto.
• Tensarse cuando hay que poner un límite claro.
• Suavizarse para contener.
• Acontecer con lo inesperado o sorpresivo.
• Ayudarlos-as a construir o a potenciar sus relatos lúdico corporales.
• Evitar imponer o proponer formas lúdicas estandarizadas que automatizan los juegos.
• No forzar, ni obligar, ni insistir para que jueguen.
• Leer los juegos y sus manifestaciones corporales, manteniendo viva la indagación y la sorpresa.
• Preguntar sin armar interrogatorios.
• Conversar, más que hablar y decir.
• Escuchar y recepcionar, sin descalificar ni enjuiciar lo que nos dicen.
• Validar lo que sienten y perciben corporalmente.
• Compartir la alegría de un aprendizaje.
• Ayudarlos-as a corporizar lo aún no construido y a imaginar mundos posibles de significación.
*Mara Lesbegueris es Lic. en Psicomotricidad y profesora de Educación Física. Ex integrante del Equipo de Psicomotricidad del Servicio de Psicopatología Infantil del Hospital de Clínicas. Docente de la Universidad Nacional de Tres de Febrero y de la Universidad Nacional de San Martín
“Juego y movimiento son grandes aliados”
POR Nidia Césari *
Jugar es la forma que tenemos de crecer y construirnos como personas. Es un derecho de la infancia (Lo establece la Convención Internacional de los Derechos del Niño, aprobada en 1989, y a la cual adhiere la gran mayoría de los países) y una necesidad a lo largo de toda la vida.
Todo niño tiene la necesidad y la capacidad de moverse, encontrar otra forma de comunicarse. El juego estimula su imaginación y creatividad y potencia los modos de vincularse con el mundo y las emociones, de socializarse consigo mismo y con los demás.
Los juegos representan su vida, su relación con los adultos, su aprendizaje de valores y normas, su motor para una vida saludable y un crecimiento integral. La necesidad de juego de movimiento favorece el desarrollo de habilidades motrices básicas. Los juegos de pantalla dejan por afuera la potencia del juego. Como padres debemos recordar que cuando nos alejamos de nuestro rol, el niño encuentra su lugar en la pantalla.
*Nidia Césari es Consultora Psicológica. Especialización en Desarrollo Personal y en Pareja y Familia.