2014. La presidenta de la centenaria Academia Nacional de Ciencias Económicas destaca la labor de la institución y advierte que la inflación empeora la distribución del ingreso.
En Europa había comenzado la Primera Guerra Mundial, y en la Argentina, tras el fallecimiento de Roque Sáenz Peña, ejercía la presidencia Victorino de la Plaza. Promediaba noviembre de 1914 y 25 estudiosos de la economía celebraban la primera reunión de la Academia de la Facultad de Ciencias Económicas. Cien años después, la presidenta de la institución -que años más tarde adoptó el nombre de Academia Nacional de Ciencias Económicas-, Luisa Montuschi, dice que desde los 35 sitiales reservados a sus miembros -hay uno que hoy está vacante- se fomenta el estudio de la política económica con una visión de largo plazo y se incentiva, con la entrega de premios, la investigación entre los economistas jóvenes. “Las soluciones no vienen del cielo, sino del conocimiento”, define quien también es directora del doctorado en Dirección de Empresas de la Universidad del CEMA.
La academia otorga cada año tres premios: uno a los mejores promedios de las facultades de Ciencias Económicas de las universidades de todo el país; otro, a autores de trabajos publicados en libros o revistas sobre temas de economía (sin el requisito de que sean graduados en la carrera) y un tercer galardón se da en el marco de la reunión anual de la Asociación Argentina de Economía Política, una institución que Montuschi también presidió. Se procura, a la vez, que al menos cada tres años cada académico presente un trabajo en la reunión mensual y haga así algún aporte con base científica para la solución de problemas de la sociedad.
Tras aclarar que en la academia no hay un pensamiento único -razón por la que no se emiten documentos consensuados, según señala-, Montuschi sostiene a título personal que la política económica actual va por un terreno muy confuso, sin que esté claro hacia dónde se va como país. Especialista en temas de ética en los negocios, afirma que, en materia de inflación, es la falta de políticas creíbles y la situación fiscal lo que ha provocado expectativas que llevan a que cada cual procure defenderse como puede. La suba de precios, agrega, es el problema en el que debería hacerse mayor énfasis, dados los efectos negativos en la distribución del ingreso. Y para resolver el tema, cree fundamental las acciones en el plano fiscal. “Lamentablemente, hay que hacer ajuste”, afirma.
-¿Han consensuado alguna vez un documento o declaración desde los académicos?
-Para nosotros es imposible. En la academia no hay pensamiento único y existe total libertad para presentar trabajos. Yo he visto academias que han hecho declaraciones sobre temas determinados, pero creo que en nuestro caso sería imposible. Somos todos muy distintos. Hay cuestiones en las que estamos de acuerdo, pero cuando pasamos a temas de la política económica puede haber divergencias, y acá no se trata de imponer el criterio de la mayoría. Hacer eso sería aplicar el principio ético del utilitarismo, que se dice que es el del mayor bien para el mayor número; ha sido usado por muchos economistas y ha sido criticado también. Si se usa para tomar medidas, ¿se puede pensar que a la gente le gusta que un gobierno aplique ese principio? Si la mayoría apoya algo, ¿tienen derecho a imponerlo a la minoría? No, eso no puede ser. La pregunta es qué pasa con las minorías. Y lo que pasa es que éstas dejan de existir; hay muchos ejemplos en la historia mundial.
-¿Y cuál es desde la ética el principio que cree válido?
-Un principio que aparece en las religiones: no hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti, o bien haz a los otros lo que quisieras para ti. Es una identificación con el otro.
-¿Cómo ve actualmente la política económica?
-Se está dando en forma muy confusa y esto lo digo a título personal. Se decide algo y luego se vuelve atrás, y la pregunta es hacia dónde vamos. Si tuviéramos todas políticas coherentes, estaría todo mucho más claro. Tengo las mismas preocupaciones que la mayor parte de la población; una es la inflación, que tiene efectos redistributivos y siempre se perjudican los de menores ingresos, porque los de mayores ingresos tienen acceso a bienes que son defensa contra la inflación. También está el tema de la generación de expectativas inflacionarias: las adaptativas, que se generan sobre la base de lo ocurrido, y las racionales, que indican lo que el agente económico sabe que va a pasar según el modelo de política económica.
-Cuando por expectativas se suben los precios, ¿hay un problema de ética empresaria, como se dice, por caso, desde el Gobierno?
-No sé si lo podemos calificar así; cada uno procura defenderse como puede. Yo creo que algunos aumentos son injustificados, pero ha habido cambios en la cotización del dólar y eso influye. El que vende piensa: “Si yo no aumento más que esto pierdo, entonces, subo”. En el caso de los sueldos, recién empiezan las discusiones y en la carrera van ganando los precios. La inflación es una de las cosas más negativas porque impide el cálculo económico, y así no hay inversión.
-¿Y qué debería hacerse?
-Políticas creíbles. Y lamentablemente hay que hacer ajuste y eso es costoso. Hay que desactivar las expectativas inflacionarias. ¿Cómo? Se habla de las demandas salariales, pero el tema fiscal es importante dado el desequilibrio que hay.
-¿Considera que a esta situación se llega porque se gobierna para el corto plazo?
-La mayoría de las políticas han sido de corto plazo. No veo que haya emprendimientos de largo plazo, que se mantengan y que se vean sus resultados. Para tener resultados rápidos, hacen control de salarios, precios cuidados… Los precios cuidados son una variante del congelamiento de precios, es algo que ya vivimos hace un tiempo y terminó mal, sobre todo para la gente de menores ingresos. Hoy hay mucho desequilibrio entre los sueldos y es otro problema. Docentes y policías no reciben su reconocimiento, cuando los salarios deberían tener en cuenta la importancia que el trabajo tiene para la población. Creo que los problemas más serios son la inflación, la inseguridad y el narcotráfico. Conclusión: hay que aumentar el nivel de ética pública y de ética privada.
Profesión: doctora en Ciencias Económicas .
Cargo: presidenta de la Academia Nacional de Ciencias Económicas.
Nació en Italia y llegó a la Argentina a los 10 años. Obtuvo su doctorado en la Universidad de Buenos Aires y es miembro de número de la academia desde 1998 .
Es directora del Doctorado en Dirección de Empresas de la Universidad del CEMA, donde ha ocupado el cargo de vicerrectora. Ha sido investigadora principal de Conicet y tuvo cargos en varias instituciones.
INSTITUCIÓN CON UN SIGLO DE VIDA
A las actividades que cada año realiza la Academia Nacional de Ciencias Económicas se suman este año las de celebración de su centenario. En una de las reuniones previstas, en mayo próximo, se hará un homenaje a Julio Olivera, por sus 50 años como miembro de número de la institución. Disertará en esa ocasión quien fue el último en llegar a su lugar como académico, Juan Carlos de Pablo, además de Luisa Montuschi y José María Dagnino Pastore. En la edición de este año, además, el premio para investigadores con trabajos publicados no tendrá, como en ocasiones anteriores, limitaciones en cuanto a la edad de los postulantes (generalmente el concurso es, por años alternados, para mayores y para menores de 40 años).
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Foto: LA NACION / Soledad Aznarez